sábado, 8 de septiembre de 2012

LA SOLEDAD DEL ANCIANO Y EL TRABAJO FAMILIAR


EL TRABAJO FAMILIAR Y LA SOLEDAD DEL ADULTO MAYOR.
                                                                      Por Dr. Francisco Sánchez Hernández.
Cada vez se incrementa la soledad de las personas de la tercera edad (de los 60 años en adelante), por causa de que todos en la familia trabajan y se queda solo por la mayor parte de las horas del día el en la casa.
Esta situación sataniza aún más al trabajo, ya de por si desprestigiado como “castigo” de Dios.
Necesitamos considerar el enfoque al trabajo, como actividad humana similar al trabajo de Dios (la creación); descubrir el verdadero sentido del trabajo en un mundo creado por el Dios bueno.
El trabajo se ha convertido en medio esclavizador bajo esta presión y carrera de satisfacciones alienantes, que lo hacen aparecer como fuente de desilusión.
Dios entregó al hombre las herramientas del trabajo: inteligencia, corazón, inventiva, tesón, manos, ansias de trabajar, etc.
Cada trabajo ha de ser mirado en el conjunto del desarrollo evolutivo. Todos, trabajando, contribuimos con nuestro esfuerzo a la obra de la creación. Todos somos colaboradores de Dios, porque también Él hoy sigue trabajando con el hombre, respetando su autonomía. Esta enseñanza vale también para los quehaceres más ordinarios.
Al mismo tiempo el trabajo perfecciona al hombre  que lo realiza. La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre. Pues éste con su acción no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y trasciende. Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las riquezas exteriores que pueden acumularse. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Asimismo, cuanto llevan a cabo los hombres por lograr más justicia, mayor fraternidad y un más humano planteamiento en los problemas sociales, vale más que los procesos técnicos. Pues dichos progresos pueden ofrecer, como si dijéramos, el material para la promoción humana, pero por sí solos no pueden llevarla a cabo (Gaudium et Spes 35)
Para que el trabajo llegue a su plenitud el hombre debe comunicar su propia bondad, así como Dios, al trabajar, se da  y comunica, da de lo suyo.
Visto así el trabajo, la soledad del provecto, pierde desde su raíz, lo desagradable, traumático, doloroso e irascible que puede ser.