sábado, 3 de septiembre de 2011

LA PRESENCIA DE DIOS

LA PRESENCIA DE DIOS
Por Rodolfo Ruíz Silva
Pensar o hablar sobre el espíritu, sobre lo imaginario, sobre el devenir, es estar sin apoyo físico, es flotar en el éter, es tener impaciencia, es tener ansiedad porque eshablar sobre lo desconocido y lo humanamente imposible.
Aún así trataré sobre algo del espíritu, sobre lo etéreo y para hacerlo necesito fe. La tengo.
Era yo muy niño, aún ni hacía la primera comunión. No recuerdo la razón por la cual me encontraba
muy cerca del altar de la iglesia. Mi lugar estaba comunmente en la parte trasera y alta de la parroquia de Salvatierra, Gto. En el coro. El sacerdote daba la comunión. Yo veía como los fieles abrían la boca para recibir Algo que deseaban, algo que necesitaban. Ese alimento era redondo, lo ví carnoso, lleno de jugo, lleno de vida. Había una corta distancia y yo quería pedirlo, pero ¡no había hecho mi primera comunión!
Pasaron los años, fueron muchos y por motivos de trabajo, tenía que visitar las ciudades de los estados de Guanajuato y Querétaro. Lo que sigue sucedió en San Miguel Allende en donde los lugares de estacionamiento escasean por lo que hay que pagar. Dí una vuelta a la manzana e hice algo inusual, tan inusual que me sorprendí de la idea. Nunca hablo contigo, ángel de mi guarda, nunca te he tomado en cuenta, pero se que estas ahí, a mi lado; sé que mucho me has ayudado, me has salvado de muchas desgracias, me has ayudado en mi trabajo, conmigo has cargado mis miserias y no te he tomado en cuenta ni te he agradecido. Ayúdame otra vez. Voy a dar otra vuelta a la manzana y aquí, en este lugar, necesito estacionarme. Di otra vuelta a la manzana y mi lugar estaba allí; este hecho se repitió en otras ciudades.
Pasaron otra vez los años, ahora no fueron muchos. A un kilómetro de mi casa está una tiendota de nombre extranjero; camino el kilómetro para ir a comprar el pan, en ocaciones necesito en bastón. Siempre volteo hacia el poniente y veo una montaña, es el cerro del Culiacán, vigía inseparable de Salvatierra, Gto., me lleno de gusto y sigo mi camino. En uno de esos dias tuve una sensación superespecial. Nada tuvieron qué ver mis tentidos corporales, por lo tanto, así lo pienso, fué una sensación por encima de la naturaleza humana y sin embargo me pareció mu natural.
Sentí que todo el espacio que me rodeaba hasta donde alcanzan mis ojos estaba lleno de algo que no podía tocar, pero allí estaba, no pude verlo, no pude oirlo, era imposible olerlo, pero todo lo rodeaba, todo lo penetraba, todo lo poseía.
Si es presunción y gloria vana el decirlo, les ofrezco disculpas, pero lo diré de todos modos:
Sentí la presencia de Dios.
O, ¿tú que dices? 

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