viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Sexto viaje del Beato Juan Pablo II a México?

Bajo el amparo de nuestros Estatutos,
¡hagámos Iglesia!


La avenida de los Insurgentes en la capital de la República Mexicana, el Distrito Federal, un día se engalano con la presencia de Papa Juan  Pablo II.
Desde el Viaducto hasta la colonia San José Insurgentes iba recibiendo a la gente que desde muy temprano fué formando el tumulto que deseaba conocer a un Papa que hábía decidido salir de su claustro tradicional del Vaticano.
Vino para inaugurar una conferencia de obispos.
En parejas y en pequeños grupos se fué formando una aglomeración distribuida a lo largo de varios kilómetros.
La invitación insistente y firme de una esposa puede hacer que se abandone el descanso y se venza la renuncia de formar parte de una conglomeración. Desde la colonía Las Aguilas bajamos por las calles de Cóndor y Fujiyama y siguiendo por la calle Barranca del Muerto, llegamos a la esquina con la avenida Insurgentes. La espera fué larga, tediosa, calurosa, el dolor de las piernas crecía y los minutos tenían flojera. Empezó a crecer el ruido de una avalancha, las columnas de gente distribuida en ambas aceras que había mantenido la espera con un orden ejemplar, empezo elevar la voz y el murmullo fué tomando las diferentes formas de sorpresa, alegría y euforia.
Los vítores y las porras iban jalando al vehículo del Papa quien con la piel requemada saludaba lanzando bendiciones y sonrisas. Él no se imaginaba que su visita a México iba a ser tan cansada y tan agotadora. Juan Pablo II se sintió aprisionado por el pueblo y abochornado con tanto cariño.
Correspondió de la misma manera: bajo el sol ardiente, sonreía; bajo la lluvia poca o intensa, sonreía; bajo el peso del cansancio, sonreía, siempre sonreía. Sus sermones cumplían con su cometido pastoral. Él les daba un tono paternal y amable.
Pero esa relación de pueblo y pastor no fué suficiente a pesar de la forma inusitada en que se daba, la amistad crecía, el trato era cada vez más abierto y profundo. El pueblo inventaba porras, unos le daban sereneta y él, a pesar de su cansancio, salía al balcón sumamente complacido.
Una mejor relación entre pueblo y un líder no se ha dado en la historia. Hubo más visitas del Papa a México, fueron cinco y todas tuvieron el mismo matíz. El se considero mejicano, el pueblo lo consideró propio.
Actualmente estamos viendo otro peregrinar del Papa por una parte de la República. Vendrán a Celaya (el 11 de diciembre del año en curso) las reliquias del Beato Juan Pablo II. El pueblo las estan recibiendo igual que a su persona y ahora con veneración para el amigo, con gran respeto y admiración para el que fué su guía y que nos amó tanto como el pueblo de México lo amó y lo seguirá amando.
¡Así Sea!
Rodolfo Ruíz Silva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario